Extraño todo lo que marcó mi vida.
Cuando veo retratos, cuando percibo olores,
cuando escucho una voz, cuando me acuerdo del pasado,
yo extraño…
Extraño a amigos que ya nunca vi,
a personas con las que ya no hablé ni me topé…
Extraño mi niñez,
mi primer amor, el segundo, el tercero,
el penúltimo y aquellos que aún voy a tener, si Dios quiere…
Extraño el presente,
que no aproveché del todo,
recordando el pasado
y apostando por el futuro…
Extraño el futuro,
que si lo idealizo,
probablemente no será de la forma que pienso que va a ser…
Extraño a quien me dejó ¡y a quien yo dejé!
A quien dijo que volvería
y nunca apareció;
a quien apareció corriendo,
sin conocerme bien,
a quien nunca voy a tener la oportunidad de conocer.
Extraño a los que se fueron ¡y a quienes no me despedí bien!
A aquellos que no tuvieron
cómo decirme adiós;
a la gente que pasó por la acera del lado opuesto de mi vida
¡y que solo atisbé de un vistazo!
Extraño cosas que tuve
y otras que no tuve
¡pero que quise mucho tener!
Extraño cosas
que ni sé si existieron.
Extraño cosas serias,
cosas hilarantes,
casos, experiencias…
Extraño al cachorrito que tuve un día
y que me amaba fielmente, ¡como solo los perros son capaces de hacerlo!
Extraño los libros que leí ¡y que me hicieron viajar!
Extraño los discos que oí y que me hicieron soñar.
Extraño las cosas que viví
y las que dejé pasar,
sin disfrutarlas del todo.
Cuántas veces tengo la voluntad de encontrar no sé qué…
no sé dónde…
para rescatar alguna cosa que ni sé qué es ni dónde la perdí…
Veo el mundo girando y pienso que podría estar sintiendo este “extrañar”
en japonés, en ruso,
en italiano, en inglés…
pero mi sentimiento,
por haber nacido en Brasil,
solo habla portugués,
aunque, en el fondo, pueda ser políglota.
Además, dicen que solemos usar siempre la lengua patria,
espontáneamente cuando
estamos desesperados…
para contar dinero… hacer el amor…
declarar sentimientos fuertes…
estemos donde estemos en el mundo.
Creo que un simple
“te extraño”
o como sea que podamos traducirlo en otra lengua,
nunca tendrá la misma fuerza y significado que esa palabrita original.
Tal vez no exprese correctamente
la inmensa falta
que sentimos de cosas
y de personas queridas.
Y es por eso que extraño aún más…
Porque encontré una palabra
para usar todas las veces
que siento este apretón en el pecho,
mitad nostálgico, mitad placentero,
pero que funciona mejor
que un signo vital
cuando se quiere hablar
de la vida y de los sentimientos.
¡Es la prueba inequívoca
de que somos sensibles!
De que amamos mucho
lo que tuvimos
y lamentamos las cosas buenas
que perdemos a lo largo de nuestra existencia…
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